Tuesday, July 15, 2008

Reed, Sade, Masoch y el socialismo

Una de las razones por las cuales me siento incapaz de simpatizar con la revolución socialista es su totalitarismo moral. En efecto, para que el socialismo funcione, todos los integrantes de la sociedad deben ser buenos y altruistas, capaces de entregar todos sus esfuerzos al bien de la comunidad, al beneficio de todos, es decir, de nadie en particular. Por eso algunos ensayos extremos de comunismo ordenaron separar a los hijos de sus padres, dado que la entrega a la totalidad no debía estar amenazada por compromisos familiares.

Las contundentes evidencias de que ello no es posible sino mediante un mostruoso costo de sangre abundan. Pero además implica también un costo sicológico tremendo. Porque la comunidad socialista es, necesariamente, puritana. Ello significa, básicamente, que invalida la búsqueda personal, el encuentro con nuestra irracionalidad, la exploración de lo prohibido, en otras palabras, la experiencia con lo maldito.

Ello implica una fuerte paradoja. Hacia los años sesenta, la revolución al estilo Marcuse implicaba una liberación de las ataduras de la civilización burguesa a los impulsos libidinales. La idea era que la revolución social era también una explosión liberadora del deseo. Se trataba de una propuesta nacida, como es notorio, del surrealismo.

Pero los modelos socialistas vigentes eran exactamente lo contrario: sociedades represivas y puritanas que ya habían cobrado un enorme costo humano en purgas y hambrunas. Algunos socialistas ahora argumentarán que ello se debía a una desviación autoritaria que podría repararse. No lo creo porque la cultura moralista y del sacrificio son intrínsecos al modelo revolucionario del socialismo. Es imposible imponerla sin producir una profunda represión en los individuos y sin un control de cualquier manifestación de un interés desviado hacia el deseo personal.

Esta paradoja fue explorada por Peter Weiss en su famosa obra Marat/Sade, una exploración sobre si la revolución que se expresa como violencia da espacio a las oscuridades del deseo interno y es compatible con lo maldito. Hoy mi respuesta es claramente que no, que el socialismo impone una exigencia moral insostenible y que niega la irracionalidad; por el contrario, la sociedad liberal permite una mayor (en realidad, extrema) liberación del deseo, al punto que se arriesga a banalizarlo.

En la sociedad liberal uno se sorprende cada vez menos con la manera en que distintas personas expresan sus deseos. En este punto soy optimista y pienso que la cultura de la libertad va a reducir al mínimo la censura y el asco. El problema con este panorama es, como ya dije, la trivialización, una ausencia casi total de censura que puede terminar quitándole a lo maldito su carácter especial. Sin embargo, hay quienes han inventado maneras de responder a este peligro. Por ejemplo, cabe entender el sadomasoquismo como una práctica destinada a preservar la sacralización y la ritualidad del deseo, es decir, en defenderla de aquella trivialización mediante el ejercicio estricto de una ceremonia.

En efecto, el hecho de que la teatralización de la dominación implique una complejidad de elementos y de acciones puede entenderse como la manera en que se forma un espacio ordenado y alternativo en donde la sexualidad todavía posee un componente sagrado. Que hay una relación entre el sadismo y la experiencia espiritual en cuanto a que ambas implican ejercicios rituales y espacios histriónicamente ordenados no es ninguna novedad: ya lo dijo Roland Barthes en su famoso ensayo Sade/Fourier/Loyola.

Es interesante, porque Barthes era un libertario sexual y a la vez hombre de izquierda. ¿Cuántos socialistas se debaten entre su fascinación por la liberación libidinal, la revolución sexual, la política como ejercicio super-realista y su adscripción a una teoría política que reprime el deseo? Seguramente muchos. Yo insisto en que ambos impulsos son incompatibles y que aquí tenemos otra razón por la cual habría que descartar una concepción política necesariamente represiva.

Termino Venus in furs (Venus [vestida] en cueros), una esplédida canción escrita por Lou Reed basada en un cuento de Sacher-Masoch. Pongo primero la versión de The Velvet Underground (*), la revolucionaria banda de rock liderada por Reed, y luego otra de Carol van Dijk. La letra y la música componen, con asombrosa armonía, un ambiente oscuro y maldito, un individualismo que se contrapone al comunitarismo hippie que entonces (1967 **) estaba en boga. Allí están los componentes de lo que décadas después explorarán mejor los dark. Mi pregunta es si una sociedad comunista hubiera producido un arte que expresara de esta manera el placer perverso y lo irracional. Yo no lo creo.









Actualización: Agrego la versión de John Cale, que viene con subtítulos en español




(*) Es decir, El terciopelo subterráneo, nombre que entiendo como una alusión genital.

(**) 1967 es un anno marabili del rock. En ese año salieron "The Velvet Underground and Nico", "Sergeant Pepper's Lonely Hearts Club Band", "The Doors" y "Surrealistic Pillow". Años maravillosos, por cierto.

Imagen de una puesta de Marat/Sade tomada de aquí.

La letra de la canción en inglés:

Shiny, shiny, shiny boots of leather
Whiplash girlchild in the dark
Comes in bells, your servant, don't forsake him
Strike, dear mistress, and cure his heart

Downy sins of streetlight fancies
Chase the costumes she shall wear
Ermine furs adorn the imperious
Severin, Severin awaits you there

I am tired, I am weary
I could sleep for a thousand years
A thousand dreams that would awake me
Different colors made of tears

Kiss the boot of shiny, shiny leather
Shiny leather in the dark
Tongue of thongs, the belt that does await you
Strike, dear mistress, and cure his heart

Severin, Severin, speak so slightly
Severin, down on your bended knee
Taste the whip, in love not given lightly
Taste the whip, now plead for me

I am tired, I am weary
I could sleep for a thousand years
A thousand dreams that would awake me
Different colors made of tears

Shiny, shiny, shiny boots of leather
Whiplash girlchild in the dark
Severin, your servant comes in bells, please don't forsake him
Strike, dear mistress, and cure his heart

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